¿A que parece mentira?
Quizás no tanto si pensamos que hace 40 años la guerra fría estaba en su apogeo. Los espionajes y contraespionajes se sucedían. Y la necesidad de “aparatillos” tipo James Bond estaban a la orden del día.
En los años 70 la CIA intentaba desarrollar robots espías utilizando como modelos algunos insectos.
Lo intentó con uno que imitaba un abejorro. Sin embargo su vuelo era demasiado errático y no era fácil de controlar, así que la idea fue desechada.
Pero en el proyecto había un entomólogo (dícese de aquel que estudia los insectos) aficionado, y esta persona sugirió que lo que no habían conseguido con el abejorro podía conseguirse con una libélula.
Así que se pusieron con ello.
Y claro, imaginaos la dificultad de hacer cosas de estas hace 40 años.
Tuvo que participar un relojero para conseguir un diminuto motor de oscilación que hiciera batir la alas al animalito, que era dirigido con un rayo láser y contaba con un superpequeñísimo motor de gasolina.
Pese a los esfuerzos, la más mínima brisa hacía que perdieran el control de la libélula robótica por lo que tuvieron desistir del intento y parece ser que nunca lo utilizaron en misiones reales.
Pero si esto era hace 40 años, ¿os imagináis lo que podemos tener entre nosotros en estos momentos sin que nos demos cuenta?
Quizás esa mosca que no se quiere ir nunca pese a que le amenazas lleno de odio, o esa avispa que no te deja comer en paz en el campo, o esa pequeña salamanquesa que te observa por la noche mientras cenas, o la serpiente que ves enroscada en el árbol,…
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